- El Saber, o el Aprender, es la droga más beneficiosa que existe:
Es droga porque al principio, hallándonos nosotros en la ignorancia, lo contemplamos como algo novedoso,
entretenido, y con muchas posibilidades de satisfacernos. Vemos, desde la perspectiva de la ignorancia,
cómo los que poseen el conocimiento son más felices, generalmente, y cómo se satisfacen aprendiendo.
Es droga porque, al vernos nosotros en esas circunstancias, nos apetece probar un poco de ese Saber tan
comentado, nos apetece experimentar lo que se siente aprendiendo y conociendo. Es droga porque para ello
recurrimos a los “camellos” del Saber (los profesores), los cuales normalmente nos enseñan al principio de
forma gratuita. Aunque si en un futuro queremos más, habremos de pagar caro por ese Saber; porque la
buena droga (conocimientos superiores) se vende cara.
Es droga porque, aunque el organismo (el intelecto en este caso) se muestre reacio a aceptarla cuando se le
suministra en los primeros momentos, y puede mostrar cierto rechazo natural, al final acaba entrando más
fácilmente. El individuo se va acostumbrando, y va queriendo más por propia iniciativa.
Es droga porque afecta al sistema nervioso central, especialmente al cerebro y sus adentros, y no es tarea
fácil su proceso para las neuronas. Es droga porque puede entrar en el organismo por distintas vías, algunas
mejores que otras, como el oído y la vista; o por ambas a la vez.
Es droga porque produce adicción, ya que cuanto más sabemos, más nos percatamos de lo poco que
sabemos; y más queremos, ergo, aprender. Nunca es suficiente, siempre hay un escalón más, lo cual puede
también, como droga que es, causar tolerancia.
Vemos la tarea de aprender como llenar un cubo sin fondo, lo que paradójicamente, en vez de
desanimarnos, nos motiva más. Sentimos el innato deseo de llegar a poder desbordar el agua de ese cubo
sin fondo, y aun sabiendo que jamás lo conseguiremos, seguimos luchando gozosamente por ello. Por eso es
droga, porque nubla el sentido común, y aun viendo la realidad de la situación, no podemos obrar de otro
modo, porque ahora ya forma parte de nuestra naturaleza y no tenemos suficiente fuerza de voluntad para
pararla. Esto sería una especie de tolerancia, una constante satisfacción insatisfecha que nos empuja a
indagar más en la naturaleza, a investigar y a aprender más, al mismo tiempo que nos beneficia. Una
ambición incorregible que si no es canalizada con responsabilidad puede conllevar terribles consecuencias
(estas consecuencias se verán más adelante).
El Saber es droga porque nos hace ver la realidad de otro modo. Podemos ver cosas que otros no ven.
Podemos sufrir “alucinaciones intelectuales” que pueden considerarse invenciones sin fundamento alguno,
pero que al cabo del tiempo resulten ser verdades revolucionarias, subyacentes desde el principio. Sólo las
personas que hayan consumido mucho esta droga podrán entenderlas en profundidad, estudiarlas, e incluso
completarlas y mejorarlas. Para los que se abstienen del Saber, absortos ante tal realidad, ficticia para ellos,
habría que proporcionarles leves dosis controladas de esta droga, poco a poco y adaptadas a cada uno. Así
podrían disfrutarla, cada uno a su ritmo y sin abusos. No vaya a ser que alguno, por demasiado ambicioso,
se “meta” demasiado de golpe, le siente mal, y acabe perdiendo todo el interés.
Como otras drogas, el Saber produce subidones esporádicos, originados por inesperadas causas, como bien
podría ser el aprendizaje inmediato de un tema costoso, el entendimiento instantáneo de una ley o
postulado, o la comprensión súbita de un teorema. Estas “iluminaciones” impredecibles e incontrolables
producen en el sujeto sensaciones de orgullo y alegría, causadas obviamente por el paso repentino de
incomprensible a evidente, de oscuro a iluminado. Y a su vez, esto motiva el aumento de la motivación.
También puede producir bajones, como algunos días que uno se siente bloqueado, oxidado o saturado. Esta
insatisfacción conlleva a una desilusión paulatina, la cual puede verse corregida por otro buen “subidón
intelectual”.
Por último, el Saber es una droga porque puede darse el caso de que, ya sea por motivos externos o
internos, el sujeto deje de recibir conocimientos. Al principio no pasa nada, pero llegará el momento en el
que, con mayor o menor grado, empezará a notar el “mono” del Saber. Ese “mono” se llama Curiosidad. La
curiosidad, si no se ve alimentada y satisfecha (siempre por momentos, nunca para siempre), irá
aumentando; y puede darse el caso de que, muy de vez en cuando, el sujeto tenga tanta “sed” de
conocimiento que nada existente pueda saciarle. Y es en ese momento cuando el sujeto comienza a explorar
áreas inexploradas, inimaginadas del conocimiento. Empieza a buscar con ansia lo inencontrable, lo
impensable, investigando en los más recónditos parajes, probando cosas nuevas, innovando, viendo el límite
de lo posible cruzando la frontera a lo imposible. Tal y como dijo Einstein: “la imaginación es más importante
que el conocimiento”. Menciono el símil del drogadicto buscando droga en cualquier parte, ansioso, hasta
llegar a fabricarse la suya propia en su laboratorio.
Sólo de este modo puede conseguirse el progreso. Con personas dispuestas a todo, insaciables y dedicadas,
buscando siempre la perfección. Steve Jobs dijo: “la única forma de hacer un trabajo perfecto es amar lo
que haces”. Es por esta ambición infinita, maldición del alma humana, por lo que el ser humano está
condenado a buscar la verdad “asintótica” universal, indefinidamente. Pero hay que tener cuidado con el
progreso, ya que como mencioné anteriormente, puede desembocar en horrendas consecuencias para la
humanidad si no es encauzado ética y responsablemente. Con esto quiero decir que se nos ha otorgado un
don: la razón. Gracias a ella tenemos consciencia de nosotros mismos y del mundo. Gracias a ella podemos
tanto crear como destruir, y por eso hay que manejarla con precaución. Gracias a ella podemos convertirnos
tanto en los dueños del universo como en nuestros propios aniquiladores.
Creo que en general, en los humanos la inteligencia siempre sobrepasará con creces la educación y la
responsabilidad, y es por eso por lo que, a pesar de mi perpetuo optimismo, pienso que llegado un
momento crítico, la civilización se autodestruirá. Siempre habrá personas bienintencionadas que intenten
mitigar y posponer este irremediable fin, pero como al final sólo cuenta lo que las masas quieren por
naturaleza, la humanidad se verá inexorablemente destinada a la autoaniquilación. Y las razones de esto son
las siguientes: 1) no sabemos autocontrolarnos. 2) somos seres insatisfechos por naturaleza. 3) nuestros
instintos vestigiales y nuestras pasiones inamovibles nos nublan el sentido de la responsabilidad y el
compromiso para el futuro.
Hay una conocida frase que resume lo dicho: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Ahí esta el
problema, que no somos responsables; y la inteligencia, nuestro gran poder, se nos escapa de las manos.
Para concluir, señalaré cuál es mi visión de la situación: La inteligencia es un compuesto orgánico
macromolecular inestable (a gran escala temporal del universo); ya que, como un elemento radiactivo
(inestable) tiende a descomponerse o desintegrarse por sí mismo; los humanos tendemos
inconscientemente a autodestruirnos.
Carlos Jiménez Uribe-echeverría
(2º de Bachillerato Tecnológico)
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