La tarde transcurría
increíblemente rápido y sin que apenas ninguno de los cuatro se diese cuenta,
de repente, llegó la noche. Las estrellas se impusieron en el cielo como unas
bombillas muy lejanas. Se quedaban sin tiempo para cambiar la historia y pronto
volverían al presente. Allí estaban, de pie en la intemperie, Pedro, Juan,
Laura y Elena, solo con unas mochilas colgadas al hombro y con los móviles sin
batería. Habían retrocedido dieciséis años en el tiempo para salvar a sus
padres de la muerte. Era difícil, lo sabían, pero no imposible.
-¡Vamos, nos quedamos
sin tiempo!- apremió Pedro. Los otros tres vacilaron un segundo, pero pronto se
pusieron en marcha. Aún les quedaban unos largos 45km hasta llegar al pueblo en
el que dentro de dos días morirían sus padres. Los dos hermanos, Juan y Laura y
los dos amigos, Pedro y Elena, que se habían empeñado en acompañarlos en la
misión, caminaban campo a través hacia unas lejanas luces de un acogedor
pueblo, Harry´s Hallow, en Gran Bretaña, donde habían nacido los dos hermanos.
Ya eran las doce y no se veía absolutamente nada, ya que esa parte del bosque
era tan espesa que no dejaba pasar la luz de la luna.
-Acamparemos aquí y
seguiremos mañana en cuanto amanezca-. Todos hicieron caso a Laura, porque
estaban cansados y tenían sueño. Levantaron la tienda y se sumieron en sus
pensamientos hasta quedar dormidos.
-Vamos, levantad, ya ha
amanecido. ¡Vamos!- Laura que, como siempre, era la que antes se levantaba, ya
se había tomado su vaso de leche de la botella que llevaban y ahora se disponía
a levantar a los demás. –Vale, esto es lo que haremos- dijo Pedro después de
desperezarse. -Seguiremos cinco kilómetros por bosque y después saldremos los
quince últimos a carretera. Esa carretera nos llevará al pueblo, y podremos… bueno,
salvar a… mis padres- dijo con tristeza y pausando cada palabra. Y sin más
dilación recogieron la tienda y se pusieron en marcha. Los veinte kilómetros
transcurrieron rápido y llegaron a Harry´s Hallow. Dieron una vuelta por el
pueblo, y allí los vieron, saliendo con un carrito con dos niños de casa. Eran
sus padres aunque no reconocieron a sus hijos ya mayores. Ellos les saludaron y
se marcharon, sin saber que esa noche la muerte les llegaría.
Entonces abrió los
ojos. Pedro se despertó, huérfano, solo con su hermana en el laboratorio de su
tío Julio. Pero ese día se despertó…”raro”. Tenía la impresión y los ánimos de
que quería hacer un sueño realidad, el de evitar una muerte, el de usar la
máquina del tiempo de su tío.
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