Yo soy el lobo Silvestre B. Lobo. Pueden llamarme Sil.
No sé cómo empezó todo este asunto del lobo feroz, pero es
todo un invento.
A lo mejor, el problema es lo que comemos.
Y bueno, no es mi culpa que los lobos coman animalitos
tiernos, tales como conejitos, ovejas y cerdos. Así es como somos. Si las
hamburguesas con queso fueran tiernas, la gente pensaría que vosotros sois
feroces también.
Pero, como les decía, todo este asunto del lobo feroz es un
invento.
La verdadera historia es la de un estornudo y una taza de
azúcar.
ESTA ES LA VERDADERA HISTORIA.
Hace mucho, yo estaba preparando una torta de cumpleaños
para mi querida abuelita. Tenía un resfriado terrible, me quedé sin azúcar, de
manera que caminé hasta la casa de mi vecino para pedirle una taza de azúcar.
Pues bien, resulta que este vecino era un cerdito. Y además,
no era demasiado listo, que digamos. Había construido toda su casa de paja. ¿Se
imaginan? ¿Quién con dos dedos de frente construiría una casa de paja?
Desde luego, tal como
toqué a la puerta, se derrumbó. Yo no quería meterme en la casa de alguien así
como así. Por eso llamé:
-Cerdito, Cerdito, ¿estás en casa?
Nadie respondió. Estaba a punto de regresar a mi casa sin la
taza de azúcar para la torta de cumpleaños de mi querida abuelita. Entonces me
empezó a picar la nariz. Sentí que iba a estornudar.
Soplé.
Y resoplé.
¿Y saben lo qué pasó? La dichosa casa de paja se vino abajo.
Y allí, en medio del montón de paja, estaba el primer cerdito, bien muertecito.
Había estado en la casa todo el tiempo. Me pareció una lástima dejar una buena
cena de jamón tirada sobre la paja. Por eso me lo comí, pero todavía me faltaba
mi azúcar, de manera que me dirigí a la casa del siguiente vecino, resulto que
el otro vecino era su hermano, otro cerdito, este era un poco más inteligente,
pero tampoco mucho. Había construido su casa con palos de madera. Toqué el
timbre en la casa de madera. Nadie contestó.
Llamé¨-Señor Cerdo, señor Cerdo, no puedes entrar. Me estoy
afeitando el hocico. Apenas había puesto mi mano en el picaporte de la puerta
cuando sentí que venía otro estornudo.
Soplé. Y resoplé. Y traté de taparme la boca, pero lancé
tremendo estornudo. Y no lo van a creer, pero la casa de este individuo también
se vino abajo como la de su hermano .Cuando el polvo se fue, allí estaba el
segundo cerdito bien muertecito. Palabra de lobo.
No necesito recordarles que la comida se echa a perder si se
la deja al aire libre. Por eso hice lo único que podía hacerse. Cené otra vez.
Me empecé a sentir horriblemente lleno. Pero estaba mejor del resfriado. Y
todavía no había conseguido esa taza de azúcar para lo torta de cumpleaños de
mi querida abuelita. De manera que me dirigí a la siguiente casa, resultó ser
el hermano del primer y segundo cerdito, Debe haber sido el genio de la
familia. Había construido su casa de ladrillos.
Toqué en la casa de ladrillos. Nadie contestó. Llamé:
-Señor Cerdo, señor
Cerdo, ¿Y saben lo que me contestó este
grosero?
-¡Fuera de aquí, Lobo! ¡No me molestes más!
Seguramente sería porque tendría un saco lleno de azúcar.
Estaba a punto de regresar a casa y quizás hacer una tarjeta
de cumpleaños en vez de una torta, cuando sentí nuevamente mi resfriado.
Soplé. Y resoplé.
Y estornudé una vez más.
Trabajo realizado por Fernando Gil Rodrigo alumno de Formación Profesional Básica II en la asignatura de Comunicación . ¡Buen trabajo!
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