24 de marzo de 2023

PIEDRA (PREMIADOS CONCURSO LITERARIO SAN JUAN BOSCO 22-23)

 


“Corre” eso me dijo, corre por tu vida, por tu familia y amigos, por tu futuro y sueños, por ti.

Corre por sobrevivir.

Por sobrevivir de ese hombre, bueno, simplemente sobrevivir de “eso”. No se le puede

considerar humano y menos por lo que ha hecho.

Está claro, quiere acabar con todos. No solo conmigo, tampoco solo quería acabar con mi

amigo.

Sé lo que quiere y lo tengo yo, por eso corro. Acción la cual no pudo hacer mi amigo. En la

cabeza, un disparo y cayó en seco al suelo. No fue solo mi amigo.

Mucha más gente, acabó con un país entero. Con miles de niños y mujeres. Aún más con

hombres, millones de hombres.

Solo él, está loco, él hizo todo solo. Él y sus experimentos. Él y su piedra.

La piedra, por ese pedazo de roca ha habido tanta destrucción y muerte.

Muerte a la cual me estoy acercando, cada vez más cerca por llevar esa piedra conmigo, me

puede ver fácilmente y no solo por esas gafas que tiene, sino por el brillo que desprende la

piedra.

No es una piedra normal. No es de las que encuentras en cualquier sitio, es la piedra del centro

de la Tierra.

Piedra la cual puede acabar con el mundo tal y como lo conocemos.

Esa piedra en malas manos podría ser el fin de la humanidad.

Esa piedra puede acabar con todos, hasta con uno mismo.

Por eso solo un loco puede hacerlo. Alguien que no tiene nada que perder.

Casas, veo casas. Al fin he salido de ese bosque tan oscuro, con la única luz de la piedra y la

luna.

Corro como nunca antes hacia una de las casas. Ya no escucho sus pasos. ¿Lo habré perdido?

Esa casa estaba abandonada, estaba claro. De ese país “Él” y yo somos los únicos

supervivientes.

La casa estaba ordenada, como si alguien se acabara de ir de esta.

Vi un reloj, me acerqué a ver la hora, pero cuando di un paso sonó una alarma. Había pisado

un hilo que se unía con una alarma. Rápidamente la apagué.

Pero cuando sonó el teléfono me asusté. ¿Había otro superviviente?

Alegre me acerqué dando saltos por si había más hilos.


Cogí el aparato y me lo puse en la oreja. No escuchaba nada, solo una respiración

entrecortada.

“Te encontré”

Rápidamente tiré el aparato y se quedó colgando por el cable.

De pronto de los agujeros de ese teléfono de pared salió un líquido viscoso negro.

Era él.

En ese momento me di cuenta de que no podía volver a correr.


Lidia Madorrán 2ºC

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