LA
GUERRA FRÍA.
Hace mucho tiempo hubo una
inquietante guerra en el noroeste de Europa. En esta se enfrentaban los
Heiselers, capitaneados por el príncipe Izán IV contra los Australos, unos
alemanes de dos metros y medio de altura que estaban capitaneados por el rey
Eduardo-Paul I. Lo que no sabían los Australos era que el otro pueblo era un
pueblo de fantasmas vivientes.
Una noche, un espía del
ejército de Eduardo-Paul I, se infiltró en la aldea enemiga para observar las
características de la aldea. Estuvo varias semanas viviendo en un albergue para
peregrinos sin que nadie se diera cuenta, o al menos eso creía él.
Observó que en ocasiones los
habitantes de la aldea desaparecían. Así que a los días este decidió ir a
contar a los de su tropa todo aquello. Ellos escucharon con las orejas bien
abiertas e intentaron mejorar su técnica de ataque. Aunque no lo pareciera el
pueblo de Izán IV se había enterado de que les había estado espiando. Sabían
que iba a volver, así que solo tuvieron que esperar.
A los días este espía volvió
a la ciudad. Estos decidieron tenderle una trampa. Izán IV convocó una asamblea
en la plaza del pueblo. En ella hablaron de que en unos días en la pradera
Elisea iban a luchar contra los otros. El espía le contó esto a su tropa.
Llegó la noche. Allí estaban
los Australos preparados. De repente unos bravos caballos llegaron. Sin nadie,
pero al rato apareció encima de ellos la tropa de Izán. Llegaron en sus
caballos negros en medio de la noche mortecina. Entre las nieblas lucharon a
muerte. El rey Eduardo-Paul I recibió un flechazo y murió al instante. El
equipo de Izán, triunfador, se fue de allí celebrándolo.
1º
B Sergio Lorente Madorrán
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