El 2020 se despide sin llevarse consigo al virus que le ha acompañado desde su llegada. Mirando con retrospectiva y comparando este curso con años anteriores, a nuestra mente nos viene constantemente una afirmación categórica: excepcionalidad. Sí, esa misma excepcionalidad que nos trae a vueltas con el dispensador de gel hidroalcohólico, la mascarilla, las ventanas y hasta los pasos que damos en una dirección u otra.
Sin embargo, la excepcionalidad nos brinda también oportunidades interesantes. Que nuestros estudiantes anhelan volver a la vida “prepandémica” es cierto. Que algunos docentes reflejamos nuestro pasado en el presente de nuestros alumnos no lo es menos. Por lo tanto, y dado que lo de volver atrás de momento es una solución poco factible, el pasado 11 de diciembre optamos por romper con la rutina. En el marco de una actividad titulada Interpretación del arte románico riojano. Una aproximación al aprendizaje situado, presentada por el Departamento de Geografía e Historia en consonancia con el de Artes Plásticas, veinticinco alumnos y alumnas de 2º de Bachillerato y dos profesores dedicamos la jornada a conocer, un poco mejor, el patrimonio románico de nuestra comunidad.
Metro y medio presente y mascarilla en cara, el autobús salió a las 8:30 de la mañana dirección a La Rioja Alta. La primera parada fue el Monasterio de Suso (San Millán de la Cogolla), cuna del castellano y lugar emblemático para los ascéticos. Acompañados de nuestra guía, pudimos conocer de primera mano su historia, anecdotario y técnica constructiva. Lo más difícil era, sin duda, ponerse en la piel de aquel San Millán de los siglos V y VI d.C, que se ganó el apelativo de Santo a base de bien, porque vivir en semejantes condiciones y hacerlo hasta los 101 años no está al alcance de cualquiera. No obstante, más allá de la leyenda, nuestros alumnos pudieron interpretar ese románico que protagoniza la importante remodelación del templo por parte de Sancho III de Pamplona, el propósito de nuestra visita.
Con el propósito cumplido, llegó el turno de partir y conocer nuestro siguiente destino. Un destino tan importante para nosotros como lo era para cualquier peregrino que se embarcaba, en los albores del año 1000, en la aventura de hacer cientos de kilómetros para llegar al lugar donde descansaban las reliquias del apóstol Santiago. Más que nada, por si se cumplía el milenio y el mundo se acababa de verdad, que por lo menos a los sacrificados les pillase en condiciones de ser salvados. Hablamos de Santo Domingo de la Calzada. Sí, “donde cantó la gallina después de asada”. Y aquí nuestros alumnos de Historia del Arte de 2º de Bachillerato se iban a convertir en guías profesionales del románico. Con ellos, nos introdujimos en el Camino de Santiago Riojano, interpretamos la cabecera románica de la Catedral y conocimos de primera mano la famosa leyenda del gallo y la gallina. Evidentemente, no podíamos finalizar la visita sin saludar a la única pareja a la que el celibato eclesiástico sigue sin afectarle: el gallo y la gallina de la Catedral, de los que, incluso, algún alumno se aventuró a adivinar su linaje para satisfacer los gustos extravagantes de su profesor. Con los deberes hechos, era el momento de regresar y disfrutar del fin de semana. Hasta la próxima.
Enrique Fernández Martínez
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