Por JESÚS CÁSEDA TERESA
Un pregón me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
tres cuartillas dicen que es afán modesto;
vaya a tal fin esto por delante.
Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy próximo a la mitad de mi soneto;
mas si me veo que fallo en el intento,
prometo seguir y que ya nada me espante.
Por la segunda mitad voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues ya atisbo el final que le voy dando
El último pie ya está cercano, y aun sospecho
que los versos de mi ensayo voy acabando;
Miradme hecho un Lope, ¡que ya está compuesto!
Decía Séneca que para saber algo no basta con haberlo aprendido. Y decía la verdad. Yo he aprendido de mis maestros a leer, a mirar el mundo con los ojos de la inocencia para que cada día sea un nuevo descubrimiento, una sorpresa, algo que encontrar. Pero no es suficiente. No puede serlo.
Por eso me asomo todos los días a la Celestina, al Libro de Buen Amor, al Quijote, al Lazarillo, a las coplas y a los cancioneros, a Berceo y al Libro de Alexandre, a Samaniego y a Bécquer, a fray Luis y a nuestra monjita del Carmelo calahorrano sor Ana de la Trinidad. Busco y a veces encuentro los tesoros que ahí se esconden.
Y sí, es verdad, he buscado y muchas veces los he encontrado: testigos son un buen número de libros y de artículos publicados en muchas Universidades. Pero sobre todo encuentro que las cosas se pueden mirar de otra manera: Se puede hallar, investigar, releer y descubrir lo que pasa de largo ante nuestra mirada.
Tal vez por eso os he contado en clase o en la sala de profesores y en la biblioteca lo que no está en los libros de texto: Os he hablado del verdadero autor del Lazarillo –Bernardino Illán de Alcaraz-, de Juan Ruiz de Cisneros y de su Libro de Buen Amor, del juego de los nombres, de lo que antes nadie ha visto en el Quijote o en el Tenorio (que por cierto fue una persona con nombre y apellidos, Juan de Tarsis, el conde de Villamediana) y que el Cantar de Mio Cid, como ya es notorio y como hace no mucho descubrí, lo escribió fray Diego Velázquez.
Pero he aprendido de vosotros, mis alumnos, muchas más cosas: Que la inocencia está en los ojos, en la mirada de quien confía en su maestro que le enseñará a mirar. Sois vosotros los que nos entregáis, en realidad, vuestras ganas de saber, que no es lo mismo que aprender, como ya os he dicho.
Quizás por eso no me he dado cuenta hasta ahora de lo que pasaba. Un día me levanté –hace no mucho- y me miré de verdad en el espejo, despacio, muy despacio, leyendo hasta el último átomo de mi cara. ¡Caramba –dije- ese no soy yo! Ese de cabellera fina, a ratos descoyuntado, con cara inexpresiva y mirada huidiza no soy yo. ¡Vosotros sois los culpables! Sí, vosotros, todos los años igual de jóvenes. ¡Yo pensaba hasta entonces que a mí me pasaría lo mismo, que el agua de este Instituto era el bálsamo de Fierabrás cervantino que me impediría envejecer! Porque cuando os vais y os casáis y procreáis volvéis otra vez con otro nombre, sí, intentando engañarnos. Pero no, no nos engañáis, sois vuestros hijos. Sois vosotros los hijos de aquellos a los que hace ya muchos años empecé a dar clase con ilusión y con ganas cuando regresé de Barcelona buscando en mi pueblo lo que luego sí encontré y que ya sabía que encontraría.
Pero no quiero ser pretencioso, no quiero hablar de mí. Bastante tengo con ser testigo y víctima de mí mismo. Quiero hablaros de vosotros, tan iguales y tan diferentes. Solo quiero ilusionaros, deciros que hay en vosotros un tesoro enorme y formidable. Que saldrá de aquí gente magnífica, estupendos profesores, inmejorables médicos, padres y madres sin igual, formidables personas. Y solo por eso habrá valido la pena compartir muchas horas en el mejor trabajo que se puede tener: Ser y haber sido vuestro maestro.
Sí, es verdad, uno es de donde ha estudiado el Bachillerato. Verdad verdadera, pero solo a medias. Uno es -o debe ser- de donde quiera ser. Vuestro es el futuro. Pero es vuestro deber aprovechar el presente de forma inteligente. No adolecéis por ser adolescentes, simplemente os falta experiencia y esta la dan los años. No queráis correr mucho para tenerla. Mejor es llevar un camino recto pero seguro. Siempre ganó la tortuga a la liebre.
Y, sobre todo, pensad que se aprende con el estudio, lento, despacio, abriendo con un cuchillo y separando la verdad de la apariencia, la razón de la creencia. Studium significa cuidado, y esto es lo que le falta o de lo que adolece el adolescente. Sed adolescentes, pero no idiotas. Pensad que Ortega tituló su mejor libro como La rebelión de las masas porque hablaba de rebelarse contra ellas, contra las modas, contra el río que te lleva sin que te des cuenta.
Aude sapere, atrévete a saber tendría que ser vuestro mejor propósito, pensando que en vosotros hay un tesoro y que la humildad, la tolerancia, el respeto a los demás, el deseo de aprender y de saber os han de guiar siempre.
En fin, sed a trechos Quijotes y a trechos Sanchopanzas. Discurrid pensando que todo valió la pena: cada día, cada instante. Disfrutad de aprender, bebed el dulce néctar de la inteligencia. Todo el placer está en vuestra cabeza, no en las cosas. Las cosas solo son solo el reflejo de lo que pensamos. Y el pensamiento es vuestra esencia.
Estáis condenados a ser libres. Y ser libre significa elegir, dejar, coger … Significa que eres el dueño de ti mismo, aunque esto significa dolor por coger y por dejar, por tener la responsabilidad de saber elegir.
Quiero despedirme dando las gracias a este Instituto que tanto me ha dado, al que tan unida ha estado mi familia, mi madre a la que ayudaba a limpiarlo cuando era señora de la limpieza allá por los años setenta del pasado siglo, Aquí donde estudiaron mis hermanos, en la era de mi bisabuelo donde aventaba las mieses antes de que fuera un instituto a partir de 1940.
En recuerdo de aquellos San Juan Bosco de calderetes en el patio, de aquella Escuela de Maestría Industrial, luego Instituto de Formación Profesional y ahora IES Valle del Cidacos (nombre que no sé si sabéis fue idea de tres profesores: Juan Jesús Virto, Luis Martínez y el que os habla), os deseo que paséis un buen día y que el Valle del Cidacos siga siendo lo que siempre ha sido y será: el espacio de la inteligencia y de la buena gente.
Mi recuerdo también para Luis Argáiz, el componedor del logotipo de nuestra escuela. Y para mis queridos directores de los que tanto he aprendido: para Adela, para María José Moreno, para Juanjo Arnedillo, para Ernesto Gárate, para Antonio Casas y para Jesús Félix Goiburu (ya más no recuerdo). Y para tantos que tiraron de este carro que nunca se ha parado ni se parará.
Porque tres cosas le han hecho ser lo que hoy es: atender a todos vinieran de donde vinieran fueran lo diversos que fueran; buscar la excelencia de quienes quisieran alcanzarla; y buscarles una forma de vida en nuestra maravillosa Formación Profesional que es el alma de este Instituto y que, aunque se vaya otro lugar convertida pomposamente en “FP Dual”, seguirá siendo para todos la que la hemos querido nuestra Escuela de Trabajo de toda la vida
Vaya por vosotros.
Y por vosotros: ¡VIVA SAN JUAN BOSCO! ¡VIVA!
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