El domingo, después de
visitar el Vaticano, ya por la tarde, salimos hacia Florencia, una ciudad donde se respira humanismo y alejada de la
grandes proporciones de Roma. Nuestro hotel se hallaba en una hermosa plaza
renacentista, junto al Hospital de los Inocentes. Visitamos el Duomo, el museo
de la Academia y la Galería Uffizzi, el puente Vecchio, el mercado de San
Lorenzo, el exterior de Santa Maria Novella y aún sobró tiempo para hacer compras. Por la
noche disfrutamos de la discoteca acompañados de dos de las profesoras. Al día
siguiente, camino de Venecia paramos en Pisa
para visitar el conjunto románico y disfrutamos de unas magníficas pizzas.
En Venecia pudimos disfrutar de la ciudad en pleno esplendor, pues
eran carnavales y la bella arquitectura
se dejaba acompañar de personajes sacados de otra época. Llegamos en vaporetto,
paseamos en góndola, visitamos San
Marcos, el puente de los Suspiros, el Gran Canal, el puente Rialto, visitamos un
taller de cristal de Murano y, por supuesto, compramos máscaras venecianas. Por
la noche aún nos quedaron fuerzas para bailar y divertirnos. Llegábamos al
final de nuestro viaje, pero camino del aeropuerto de Bérgamo aún dio tiempo
para visitar la bella Verona, la
casa de Romeo y Julieta, el anfiteatro romano (La Arena de Verona), y sus
coquetas calles. Trámites en el aeropuerto, siempre con la ayuda inestimable de
Ana Ruth, nuestra excelente e incansable guía y aterrizaje en Zaragoza, con la
pena de haber finalizado el viaje de nuestra vida. Seguro que en un futuro
repetiremos. ¡Viva Italia!