AMIGOS IMAGINARIOS
Ese día no podía dormir, sabía que
ellos me perseguían y que ya no eran mis amigos. Me levanté de la cama y fui al
baño para lavarme la cara. Entonces vi cómo detrás de mí, mi amiga número Dos
me estrangulaba con sus fuertes brazos. Yo me resistí y pude salir del baño.
Fui corriendo a mi habitación y cerré la puerta con llave, aunque sabía que ella
siempre estaba a mis espaldas. Así que salté por la ventana de mi habitación y
caí, quedando inconsciente, en el jardín.
Cuando desperté todavía seguía sobre
la hierba mojada, pero Dos ya no me perseguía. A lo lejos vi acercarse a mis
amigos número Uno y número Tres que llegaron en sus negros caballos en medio de
la noche mortecina y lluviosa. Recuerdo que, siendo niña, me dejaban subir a esos
corceles azabache que entonces eran más pequeños. Me asusté cuando se
aproximaron a mí con dos espadas gigantes. Pensé entonces que querían lo mismo
que Dos: acabar conmigo de una vez. Así que llamé a mi casa para que mi padre
me escuchara, pero no hubo respuesta. Empecé entonces a dar fuertes golpes en
la puerta y, por fin, abrió. Entré corriendo y la cerré bruscamente.
Mi padre me preguntó cómo había
llegado hasta ahí. Solo le había contado a él lo de mis amigos cuando tenía
cinco años, pero no me quiso creer. Sabía que mi padre era sobreprotector, pero
yo no podía aguantar más y se lo dije:
—Papá, mis amigos me quieren hacer
daño.
—¿Qué amigos?
—Dos, Uno y Tres.
—¿No son esos tus amigos imaginarios
que tanto querías cuando eras pequeña?
—Ya no me quieren. Y yo tampoco a
ellos.
—Hablaré contigo mañana. Ve a dormir.
Al día siguiente me desperté a las
cuatro de la tarde. Bajé las escaleras y vi a mi padre hablando con un
desconocido…
—…amigos imaginarios.
—Lo veo como un caso de
esquizofrenia. Su hija tiene alucinaciones.
—Pero, ¿está bien?
—No, no lo está.
—¿Y qué debo hacer?
—Protegerla.
—¿Pero de quién?
—De sus amigos imaginarios.
Yo no sabía lo que decían, pero una
cosa me quedaba clara: Nada sería como antes.
Dana Sofía Cuadros Mendoza
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