22 de febrero de 2018

GANADORES CONCURSO LITERARIO SAN JUAN BOSCO



AMIGOS IMAGINARIOS
Ese día no podía dormir, sabía que ellos me perseguían y que ya no eran mis amigos. Me levanté de la cama y fui al baño para lavarme la cara. Entonces vi cómo detrás de mí, mi amiga número Dos me estrangulaba con sus fuertes brazos. Yo me resistí y pude salir del baño. Fui corriendo a mi habitación y cerré la puerta con llave, aunque sabía que ella siempre estaba a mis espaldas. Así que salté por la ventana de mi habitación y caí, quedando inconsciente, en el jardín.
Cuando desperté todavía seguía sobre la hierba mojada, pero Dos ya no me perseguía. A lo lejos vi acercarse a mis amigos número Uno y número Tres que llegaron en sus negros caballos en medio de la noche mortecina y lluviosa. Recuerdo que, siendo niña, me dejaban subir a esos corceles azabache que entonces eran más pequeños. Me asusté cuando se aproximaron a mí con dos espadas gigantes. Pensé entonces que querían lo mismo que Dos: acabar conmigo de una vez. Así que llamé a mi casa para que mi padre me escuchara, pero no hubo respuesta. Empecé entonces a dar fuertes golpes en la puerta y, por fin, abrió. Entré corriendo y la cerré bruscamente.
Mi padre me preguntó cómo había llegado hasta ahí. Solo le había contado a él lo de mis amigos cuando tenía cinco años, pero no me quiso creer. Sabía que mi padre era sobreprotector, pero yo no podía aguantar más y se lo dije:
—Papá, mis amigos me quieren hacer daño.
—¿Qué amigos?
—Dos, Uno y Tres.
—¿No son esos tus amigos imaginarios que tanto querías cuando eras pequeña?
—Ya no me quieren. Y yo tampoco a ellos.
—Hablaré contigo mañana. Ve a dormir.
Al día siguiente me desperté a las cuatro de la tarde. Bajé las escaleras y vi a mi padre hablando con un desconocido…
—…amigos imaginarios.
—Lo veo como un caso de esquizofrenia. Su hija tiene alucinaciones.
—Pero, ¿está bien?
—No, no lo está.
—¿Y qué debo hacer?
—Protegerla.
—¿Pero de quién?
—De sus amigos imaginarios.
Yo no sabía lo que decían, pero una cosa me quedaba clara: Nada sería como antes.

Dana Sofía Cuadros Mendoza

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