CUARTO
CERRADO
Y
de repente llegó la noche, causando que nuevamente mi mente comience a sacar a
la luz esos temas que siempre intento evitar. Mi vida no era justamente todo en
lo que soñé, todas mis metas y deseos habían sido completamente cancelados desde
que era una niña, y, ahora, a mis 25 años, me encuentro mirando al cielo y
pensando.
¿Qué
habría sido de mí si hubiera cogido otro rumbo? ¿Qué si hubiera rechazado todo
lo que se me ha presentado en la vida? Suspiré, esa era mi única reacción a
todo lo que mi mente me gritaba. Mirando luego hacia el interior de mi
habitación, vi a ese hombre, hombre que debió ser el supuesto amor de mi vida,
pero que sólo ha llegado a ser el límite, más bien, el fin de toda mi
existencia. El tiempo parecía pasar demasiado lento, y yo seguía sin ser capaz
de dormir, porque la noche había llegado, siendo ese el único momento en el que
me siento “libre”, a pesar de que seguía tan atrapada que no era capaz de
pensar lo que quería.
Volví
a suspirar y miré la ventana, lo bonito que todo se veía, y, por primera vez en
mucho tiempo, lloré, porque lo necesitaba. Estaba siempre obligada a fingir,
obligada a hacer parecer mi vida perfecta aunque esa descripción estuviera muy
lejos de la realidad.
Mi
vida, que es centro de atención de mis pensamientos, se había visto hundida
cuando, hace 3 años, en 1970, mi padre me obligó a casarme con un hombre que me
doblaba la edad, un hombre que, aunque no me trataba mal, no me hacía feliz.
Justo ese año había convencido a mi padre para poder ir a la universidad,
estudiar derecho y, con suerte, poder trabajar; no obstante, la ignorancia de
mi padre, pensó que si ese mismo año no me casaba, sería imposible encontrar a
alguien que me quisiera como su esposa. Eso me hizo llorar por última vez hasta
hoy, porque desde pequeña me habían inculcado unas ideas que nunca lograron
entrar en mi cabeza, nunca quise casarme, porque sabía que eso me limitaría;
sin embargo, las amenazas de mi progenitor y toda la presión por parte de mi
familia hizo que sólo tuviera una opción.
Un
sueño roto, una desilusión, decepción, e incluso enfado se apoderaron de mí,
haciéndome imposible ver la vida de una forma que no fuera cruel e injusta.
Desde ese entonces, no soy la misma, por el hecho de que me di cuenta de que no
solo soy yo. Desde ese entonces, estoy atrapada en una habitación donde los
pensamientos positivos son susurros que apenas llegan a mis oídos, y los
pensamientos negativos son gritos que me atormentan día a día, y esa habitación
se llama mente, con la que me obsesioné debido a que en su día no fui capaz de
reaccionar con ella.
Mónica
Nikoghosyan Barseghyan. 4ºB
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